[...] Leo en el “Gulistan”, o “Jardín de las Flores”, del jeque Sadi de Shiraz, que preguntaron a un sabio, y dijeron: de los muchos árboles célebres que el Dios Supremo ha creado excelsos y umbrosos, ninguno es llamado ‘azad’, o libre, salvo el ciprés, que no da fruto; ¿qué misterio hay en ello? Él replicó: cada uno tiene su fruto apropiado y su estación señalada, durante la cual se renueva y florece, y en cuya ausencia se seca y marchita; el ciprés no está expuesto a ninguno de tales estados y siempre florece; de esta naturaleza son los ‘azads’, o religiosos independientes. No fijéis vuestro corazón en lo transitorio; pues el Dijlah, o Tigris, seguirá fluyendo a través de Bagdad cuando la raza de los califas se haya extinguido: si tu mano está llena, sé generoso como la palma datilera, pero si no tienes nada que dar, sé un ‘azad’, u hombre libre, como el ciprés. [...]
texto: H.D. Thoreau, Walden
pastel: Donatienne Theytaz
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